miércoles, 30 de julio de 2008

-Ridículamente pequeño-

En un porche de esparto y metal un hombre con más pelos de calvo que de perro con su copa de espeso carburante observa con su sonrisa de payaso a las vacas moradas bailar bajo un cielo soleadamente oscuro.
Postik´s en las paredes con letras imposibles y recados absurdos. Una hormiga ridículamente pequeña camina por el apéndice de un libro de chistes verdes mientras el prominente hombre acerca su grasienta copa de pesticida y con sus callosos labios se restriega el liquido. Unas obesas gotas caen por su monticulosa papada.
- ¡¡Cachiliporras!! No doy pie con lechuga- suelta su profunda garganta con voz pitufada.
Observa el vaso por el rabillo de su ojo y lo apoya bruscamente sobre el apéndice del libro de chiste guarros donde se encontraba la hormiga. Está se despide de su ridícula pequeñez con un sonoro “CHOFF”. Mientras, como si jamás hubiese ocurrido ese impresionante suceso, las vacas siguen bailando bailes populares bajo la luz de un orinal.

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