martes, 7 de octubre de 2008

-El viejo farero-


Cigüeñas de mar avitualladas con plumas de poliéster escarban el aire sobre la mar acuosamente pasada mientras esta se funde con un cielo verdosamente estrellado.

El farero, al borde del muelle donde zarpó el último barco que se hundió en las nubes de la montaña, avanza con los viejos pies descalzos a través del embarcadero como el hombre que atraviesa el tablón de un barco pirata.
Se detiene al borde de la última tabla con los rechonchos dedos de los pies suspendidos en el aire.
Una leve brisa corretea por encima de las olas y hace que su desgastado pantalón de pesca baile chocando contra sus cansadas rodillas.
Su pipa ilumina su figura desde lo lejos y su portentosa barriga se esconde tras su manchada camiseta interior por el frío de una noche de verano.
Su rostro muestra paciencia y su gruesa y arremolinada barba blanca enseña experiencia.
Allí, al borde del último tablón completamente inmóvil como le enseño su padre, nuestro guardián de los mares saborea el tabaco de su pipa lentamente bajo la oscuridad que le proporciona la recién salida luna llena.
Él, la mira durante un tendido rato sonriente como si estuviese hablando con una vieja amiga de fatigas.
Tras un breve silencio en su conversación sin palabras, nuestro viejo farero se quita la visera a modo de despedida.
Tras ello, vuelca la pipa y las cenizas del tabaco caen pesadamente sobre la mar dejando nítidas manchas que se esfuman lentamente bajo el sensual movimiento de las olas. Algunos pececillos se acercan y empiezan a picotear con sus carnosos labios sobre la superficie con la impresión de que la ceniza es comida
El farero, da media vuelta con la cabeza gacha y comienza la subida a su puesto en la fortaleza que hay en lo alto del desfiladero.
Mientras sube la empinada cuesta ruega al cielo para que la siguiente noche pueda volver a su encuentro con su vieja amiga como los últimos 50 años.
Saca de su bolsillo derecho una pesada llave que introduce en el picaporte de la puerta.
Sube los 118 escalones incluyendo el que tiene media losa de piedra rota, y entra en el corazón del faro, en el suyo propio. Se acerca al contador de la luz y baja la palanca para que todo empiece como cada noche desde hace más de 30 años.
La torre entera vuelve a la vida quejumbrosamente y la luz se enciende iluminando parte de la costa.
El viejo farero se acerca a su mesita y allí coge una lata de atunes en vinagre y se sienta en su silla de madera mientras ésta hace un ruido cansado. Él, sonríe ante la idea de que cualquier día las patas se romperán y él se caerá de culo contra el frío suelo de piedra.

Se reclina y saca un pequeño y grasiento atún de la lata. Se lo acerca lentamente con su irregular pulso y poco antes de metérselo entero a la boca, unas gotas de vinagre le salpican la barba. Lo mastica trabajosamente y se lo traga. El vinagre es muy fuerte y le entra la tos. El ataque tan solo dura unos segundos. Se agacha y deja la lata en el suelo.

Se apoya en el respaldo de la silla y se echa hacía atrás apoyando tan solo las patas traseras. Su arrugada mano llena de viejas cicatrices y callos y se pasa por la barba, rascando a esta. Se queda así durante unos largos dos segundos. De repente como recordando algo, salta de la silla y se acerca ágilmente a la mesita. Allí, abre un cajón y saca una cajita de metal con tabaco dentro y un viejo libro de tapa negra que se lo sabrá ya de memoria de las veces que lo ha leído. Este libro es su preferido después de El viejo y el mar.

Coge un puñado de tabaco y lo mete cuidadosamente en su gastada pipa.

Vuelve a la silla con la pipa en la boca y el libro bajo el hombro. Cuando se siente se revuelve un poco, intentando acomodar sus posaderas, enciende su pipa y abre el libro que tantas veces leído desde tantos años atrás. El libro empieza recitando una frase que le resulta un tanto difícil de entender pero, que siempre le ha gustado:

“Cigüeñas de mar avitualladas con plumas de poliéster escarban el aire sobre la mar acuosamente pasada mientras esta se funde con un cielo verdosamente estrellado…

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