jueves, 20 de noviembre de 2008

Hoy puede ser un gran día...

" El que es sabio, sólo es sabio porque ama. El que es loco, sólo es loco porque piensa que puede entender el amor"

A orillas del río Piedra me senté y lloré, Paulo Coelho


http://es.youtube.com/watch?v=ysZ1JkBS7Ps

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Un grito

Nadie antes había contado jamás una historia tan angustiosa, tan ahogada y atrapada que parecía imposible de leer por la dificultad de avanzar entre sus densas líneas de sufrimiento contenido. Porque nunca antes nadie había escuchado la historia de un grito. La vida de ese grito que murió antes de nacer. Atrapado en las cuerdas vocales de una garganta encadenada. No podía salir, pero tampoco podía siquiera huir a la boca del estómago porque su fuerza era tal que su rabia contenida lo obligaba a luchar por permanecer en el epicentro de la desolación.

Jamás nadie podría imaginar la encarnizada lucha de ese girto por aflorar y poder contar su historia. Poder dejar que su pena volase entre los árboles desnudos y se colase por las rejillas de las ventanas entreabiertas y las chimeneas humeantes de aquel invierno gélido.

Su esfuerzo imperioso quiso aliarse con un par de lágrimas que encarceladas en dos cuencas oscuras no conseguían escapar de su cautiverio.

Era tal el dolor y tan hiriente la desesperación de aquel grito que un enorme grupo de nubes grises de tristeza lo cubrieron y dejaron que truenos y relámapagos lo ayudasen en su huida. Pero no podía, era imposible, estaba atrapado en la impotencia y la desazón. Adherido a las paredes de una garganta que se negaba a dejar nacer semejante efluvio de infelicidad y amargura.

Las nubes comenzaron a disolverse y el viento que pretendía arrancarlo con su fuerza huracanada se convirtió en una neblina que se deslizó suavemente por las fosas nasales para llegar hasta él, envolverlo y congelarlo para siempre en aquel gélido invierno de aquella garganta prisionera de su propia voz.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Be alive! Zangolotino

Be alive!

Zangolotino be alive! Be alive en una pasquina en blanco y negro. ¿No ves que ahí afuera está lloviendo? ¿a qué esperas?

Wait ¿lo oyes? Es el sonido de… mmmmmm ¡exquisito!

Sigámoslo, sí, ese sonido con sabor a…

¡Un farol! Zangolotino ¡un farol! I’m sorry. Es su luz de las ocho de la tarde ¡qué luz! Mírala bien, mírala Zangolotino

¿Un cigarrillo? Sí, gracias, ¡no! No fumo, pero hoy es diferente Zangolotino, hoy tengo que mostrarte algo. Come on!

¡Qué hermosura! ¡Qué inocencia! Esos ojos tan abiertos, tan vivos. Be alive Zangolotino, BE ALIVE!

¿Lo ves? ¿Ya lo tienes? Parece que es lluvia sí… It’s rainning Zangolotino.

¿Un beso dices? No, thanks, no fumo. Come on! Zangolotino. COME ON! Ya casi estamos.

Un par de escalones más. Nos estará esperando ya. Es tarde ya Zangolotino. ¡Oh! Ahí está. ¡Míralo! Pero no se lo digas a nadie ok? ¿No es wonderful Zangolotino? ¿Lo ves bien? Ese farol redondo de luz blanca entre los tejados. Pero no se lo digas a nadie. It’s a secret, it’s our secret. ¡Qué belleza! Y es nuestro. Nadie lo mira jamás, nadie lo ha visto jamás. Me pregunto quién lo alumbrará cada noche ¿Te gusta Zangolotino? ¿Te gusta?

¿Un beso dices? No, gracias Zangolotino, no fumo.

-Cazamoscas-

¿El hombre es libre?... El hombre es relativo, y la libertad, tres cuartos. La belleza y la verdad según dicen, también. De la verdad, no hay discursión, es relativa. De la belleza no estoy tan seguro. Porque todos somos iguales a los ojos del de arriba por lo tanto o todos somos bellos o afeados. Los más bellos hay que decirlo, son los bebes, que no ven por lo enamorados que están de cuanto descubren y les rodea, hasta que enfocan, y al verse, como Narciso, dejan de enamorarse, empiezan a ver y se enamoran de sí mismos y ya no ven la belleza que les rodea. Tan solo se ven a si mismos y así, empiezan a afearse. Y por eso morimos.
Conclusión todo es relativo.
Se dice que una mosca tras haberse estrellado 378 veces contra la ventana del bar de la esquina y agotada por su ardua tarea decidió posarse en una mesa a descansar. Y se cuenta que la mosca quedose dormida y en su ensoñación soñó que era y se creó en su propio sueño a sí misma junto a todo lo que le rodeaba:
Marisa, la vecina pechugona del 5º de la C/ D. Eufrasio, el cupón premiado abandonado en la acera esperando a que algún afortunado se fije en él, el pañuelo con olor a canela de la anciana que pide limosna en la entrada de la panadería… En fin, todo.
Bueno, se dice que cuando una mosca se percata, piensa y sueña con su existencia y con cuanto le rodea, se crea en su ensoñación todo con su justa relatividad. Así, mientras la mosca sueña, sueña con su sueño y con su existencia y mientras yo escribo o usted lee, la mosca observa en su ensoñación como yo escribo y como usted lee.
Pero, llegó un momento en el que D. Alfonso sentose con el café y el periódico en la misma mesa que la mosca soñaba y que al verla le dio un nosequé y embrolló el periódico y dispúsose a golpearla para acabar con ella pero, no se percató de que la mosca observaba en su sueño como D. Alfonso dispúsose a acabar con ella y con todo.
Con el estudiante de medicina que esperaba al fontanero porque no funciona el agua caliente, con el olor a pan recién horneado… En fin, con todo.
Por ello, si D. Alfonso aplasta a la mosca todo el universo de su ensoñación desaparecerá junto con su propia existencia: Ya soñada, ya relativamente real.
Y como ya he explicado, cuando una mosca sueña con su existencia y con cuanto le rodea, se forma una entrada relativa entre todo, y así somos creación de un cerebro de mosca y de forma inversa al proceso de creación de nuestro universo, D. Alfonso puede acabar consigo mismo y con todo al aplastar a la mosca que sueña con su propia muerte con Marisa, D. Alfonso, el olor a pan recién horneado, el pañuelo con olor a canela, un servidor, el estudiante, la C/ D. Eufrasio, usted estimado lector… En fin, con todo. ¿Quién le a dado permiso al grosero D. Alfonso para acabar con todo el universo? Ahora mismo podríamos desaparecer de la ensoñación de una mosca y así esfumarnos como el humo del cigarrillo de ese futuro genocida.
Por eso, disfrute del pan recién horneado, juegue en los columpios en vez de estar preocupado por si el crío se hará daño o no. Hágase usted daño y que el crío se preocupe por usted. Regale una rosa a una chica con sonrisa de canela, miré todos los cupones tirados por la calle, no le dirija la palabra a D. Alfonso. ¡Menudo grosero¡
Baile consigo mismo al son de la sinfonía de un grupo de grillos borrachos de Anís mientras, un bebe en su bella ceguera disfruta de su danza antes de afearse pero, sobre todo, ¡Cace moscas!, por si acaso.

Nunca se sabe que pueden estar soñando.

domingo, 9 de noviembre de 2008

Dicen

Dicen que hay caminos, no sé, eso dicen. Yo dede aquí sólo veo una ventana. Dicen que las ventanas son puertas, dicen que los ojos son como ventanas, pero nunca se han enamorado de un ciego, ni de su mirada. Ojos grises dicen. Ojos de anciano. Parece que perdieron el color por el paso del tiempo, se desgastaron. Pero son los mismos ojos que lloraron con Casablanca. Dicen que “siempre nos quedará París” eso dicen, pero hace años que un tal Humphrey Bogart murió. También dicen que el amor es eterno, no sé, quizás en Casablanca. Dicen “dos corazones pueden más que todas las razones”. Cómicos, eso dicen los cómicos, esos muertos de hambre al borde de los caminos. Y muertos están y bien enterrados porque dicen que ayer el Arte murió, sí, eso dicen, pero hoy nada dicen en los periódicos, nada.

Dicen que un día alguien escribió varias palabras sobre caminos, ojos grises y Casablanca, pero ese alguien murió, murió con el Arte, murió por el Arte y para el Arte o eso dicen al menos.

sábado, 8 de noviembre de 2008

Cuatro historias

Dormir es morir un poco cada día. Porque lo que no vives mueres. Yo no muero, digo existo, digo duermo. Escribo.

Escribo una historia:
La de un hombre que espera a Fortuna debajo de una farola. Llueve. Si la luz pudiera ser derramada caería a cascadas sobre su nuca. Mira un instante al reloj. Ha llegado pronto. Saca un papel arrugado y confirma la dirección. Tercera farola a la izquierda de la Taberna del Sol. Un niño surge de una calle lateral, le mira y se sienta a su lado.

Escribo dos historias:
La de un hombre que mira al reloj bajo una farola y la de un niño de alma azul. No tiene ni un antes ni un después. Simplemente está ahí. Solo existe. Se sienta en el suelo mojado, con las piernas cruzadas. Ha dejado de llover.
-Hola-dice el niño.
-Hola- responde el hombre.
-¿Cómo te llamas?
-…
El hombre se apoya en la farola y suspira. Si él mismo lo supiera…
Sólo recordaba una cafetería, por la mañana. Su alma decidió deshacerse de su identidad al llegar a la página de los crucigramas del periódico:
8 horizontal: tres. 4 vertical: farola. 14 vertical: lluvia. 2 horizontal: sol.
Y, por encima de todo ello, un nombre escrito a pintalabios: Fortuna.
16 horizontal: medianoche.
Y allí estaba, bajo la farola señalada a la hora señalada.
-¿No te gusta hablar?- insistió el niño.
-No lo sé.
-Ah.
El niño asiente pensativo. Lógico. Para él, todo es comprensible.
-¿Qué haces aquí?- le pregunta al fin el hombre, casi con dulzura.
-No lo sé.
Bajo la farola, el niño le ha contagiado un poco de su alma azul. Todo es perfectamente comprensible bajo esa luz azul claro.
-Ah.
El hombre se sienta contra la farola y cruza las piernas. El suelo está mojado y la luz se precipita sobre los dos. Son las doce menos cinco.

Escribo tres historias:
La de un hombre con un crucigrama como mapa del mundo, la de un niño sin pasado ni futuro, solo presente, y la de una farola.
Una farola que tras sufrir viento, lluvia y sol durante veinte largos años, parpadea un instante y muere, discreta. Es medianoche.
Sobre el cadáver de la buena farola se apoya el hombre, con la cabeza del niño, dormida, sobre su hombro. El hombre mira al reloj. Es medianoche. Mira a su lado. El niño, dormido, resplandece. Suspira.
Coge al niño en brazos, lo abraza y echa a andar. Van dejando un rastro azul por la calle negra. Azul.

Escribo cuatro historias:
La de la farola muerta, el niño dormido, el hombre verdaderamente afortunado y la de una mujer. Una presencia. Una idea que, sentada en un portal, observa como los dos personajes se alejan a las doce y un minuto. Es Fortuna, y, con los labios pintados en carmín, llega a la página de los crucigramas del periódico que sostiene sobre las piernas. Saca un pintalabios y firma. Sonríe.

Por eso no duermo. Porque si durmiera no miraría por la ventana, no vería ni a Fortuna ni a la farola muerta. No hubiera visto lo que ha pasado hoy a medianoche.
Moriría un poco más. Porque no observar es no sentir. No sentir es no vivir. No vivir es morir. Y dormir es no vivir. Dormir es morir un poco cada día.

domingo, 2 de noviembre de 2008

Un ramo de gardenias en Nantes

Con humo de cigarro en los bolsillos y una colilla apagada en la chaqueta decidió tomar el tren.
Pero Francia quedaba tan lejos en el tiempo y el espacio que, al llegar a la ventanilla 402 de la estación central, le flaquearon las piernas y la voluntad.
Estaba en Moscú, en una estación de colores sepia, con gente en blanco y negro llevando su vida en maletas de ruedas de un lado al otro.
Con humo de cigarro en los bolsillos y una colilla apagada en la chaqueta pidió un billete para el transiberiano con olor a invierno.
Se sentó en el vagón.
Francia quedaba tan lejos que la forma más fácil de llegar a ella de nuevo era huyendo en dirección contraria.
Ahora estaba en un tren que traqueteaba entre la nieve y contra el hielo, atravesando llanuras propiedad del lobo y postes telefónicos. Se arrebujó en su chaqueta. Se le había pegado el color de la estación de Moscú.
Durmió sin soñar, como suele pasar cuando las obsesiones se mueren de viejas en algún rincón de la mente. Despertó pensando en Nantes y en un ramo de gardenias. Cinco veces. Cinco veces el mismo ramo de gardenias y el mismo Nantes.
¿Quién las sostiene? Se esforzaba por buscarlo. Las flores, un lazo, las sostenía una mano blanca. Su memoria ya no era lo que fue ni fue lo que era. Seguro que era ella. Pero quien sabe, quizá si se esforzase consiguiese encontrar tras esa mano otra mujer, otro rostro, otra sonrisa, y no se sentiría tan miserable por solo poder recordarla.
Pero no había manera. Seguía siendo ella. Siempre fue ella. Tosió. La chaqueta ya había adoptado el color ceniciento del tren y le abrazó con más fuerza.
Con humo de cigarro en los bolsillos y una colilla apagada en la chaqueta bajó del tren en la última estación y se sentó. Esta tenía matices de rojo oriente. Decidió tomar el tren. Pero Francia quedaba tan lejos…

En la misma estación, con pétalos secos en el sombrero y marcas de espinas en los dedos, una mujer decidió tomar el tren.
Se había despertado todas las mañanas soñando con humo de cigarro enroscándose entre los dedos de aquel al que no quería recordar.
Pero Nantes quedaba tan lejos que la forma más fácil de llegar a ella de nuevo era huyendo otra vez en dirección contraria.