domingo, 29 de noviembre de 2009

CUANDO MORÍ

-Yo no sé cómo fue, pero aquel día morí. Y no sé cómo pudo ser porque, que yo sepa, morir no se escribe en primera persona del singular del pretérito perfecto simple de indicativo y, sin embargo yo lo hice. Yo morí. Simplemente morí. ¡Qué tontería más grande! Se pasa uno la vida revisando la ortografía para al final caer en sus faltas sin remedio. Bueno, creo que en realidad, no es una falta ortográfica si no gramatical, porque, si de algo estoy seguro es de que morí con acento, de eso no me cabe la menor duda. Es igual. De cualquier modo me exaspera morir de así, pero es que no lo sé expresar de otra manera. Porque yo no perdí la vida, la tenía muy bien guardada. No soy de esa clase de gente que se deja la vida en cualquier bar como quien olvida los guantes o el paraguas. Nunca fui tan descuidado. No. No la perdí y tampoco me la quitaron. Siempre he sido una persona responsable que se ha hecho cargo de sus bienes perfectamente y los ha guardado con mimo. Morí. Morí sin remedio, claro. Sin remedio porque no se puede morir de otro modo. Cuando uno muere, muere y punto. Y punto final. No vale decir había muerto. Eso tampoco sería correcto. Había muerto, pero luego me arrepentí y dejé de morirme. No ¡qué va! Yo morí con todas sus consecuencias, incluidas las gramaticales.

- Gracias Juan. En cuanto tomemos una decisión le llamaremos.
- …
- Juan. ¡Juan! Muchas gracias, ya puede levantarse. Le llamaremos en cuanto sepamos algo.
- …
- ¡Juan! ¡JUAN!
- Señor director, no tiene pulso. Mucho me temo que…
- Ha muerto.
- …

Y así es como morí. No sé muy bien cómo, pero al menos sé que, gracias al director, lo hice sin fallos gramaticales.

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