viernes, 6 de noviembre de 2009


El mar

En sus aguas azules todo transcurre más despacio. Allí el tiempo no pasa, sólo se disfruta. No hay golpes, sino contactos. En el mar no hay penas, hay historias atrapadas en antiguas botellas. Cuando se hunden barcos, no mueren , empiezan a vivir.

El mar tiene un amigo, el viento. Generalmente, se suelen unir cantando su obra, “la brisa marina” pero en ocasiones, cuando no se ponen de acuerdo, se enfrascan en una ópera tormentosa. Aún así, también tiene tiempo para sus amores y es que a la tierra no para de comérsela.

Es principio de vida y su inmensidad nos llena de grandeza cuando nuestra vista se relaja en su color. Cuando nos bañamos en él, le dejamos escrita una carta molecular en su memoria acuosa para que no nos olvide.

En su azul claro con matices dorados, transcurren fiestas a ritmo de reggae y no deja de resoplar olas rizadas. Y en algunas partes del mundo sus diminutos habitantes crean discotecas de un azul aún más intenso y marino.

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