domingo, 26 de abril de 2009

El desierto


El sonido del desierto es el de un arco entre las piernas de Hanibal. Dong.
No el de un desierto de dunas, sino de uno de tierra sedienta que reclama a gritos agua, el de la tierra castigada y convertida en mosaico. Un puzzle. Y, bajo los pies, la arena acompaña al arco de Hanibal que entre Dong y Dong acaricia la tierra. Sobre su piel continúan las grietas de la tierra convirtiéndolo en parte del mosaico. Sobre su piel de ébano, una caricia sonaría como los pies sobre la arena, Schh.
-Hola-le dices, por romper el silencio.
-Hola-Dong.
Te sientas frente a él y observas al hombre de arena que, desnudo sobre el desierto, hace sonar un arco. ¿Por qué sabes que se llama Hanibal? Lo más seguro es que se llame Hasif o Aanumar, parece que todos los comerciantes de la zona se llaman así. Pero él no es un comerciante y esto no es un oasis.
-¿Qué hago aquí?-piensas en voz alta. Las sombras estáticas delatan la falta de nubes. Parecen un cuadro cubista. Una caja con su sombra idealmente cúbica es tu asiento y el horizonte se ve, limpiamente horizontal, por detrás de la cabeza de Hanibal que lejos de parecer desesperado por la soledad, mira risueño al arco tallado. Dong.
-Escuchas.
-¿Escucho?
-Escuchas la historia de un hombre que enamorado por la soledad, puso rumbo a lo más profundo del desierto para no ser de nadie, luchar por nadie ni ver morir a nadie más. Fue tan cobarde cómo para huir pero no tan valiente como para poner fin a su huida. Anduvo y anduvo y descubrió en sí mismo su mayor enemigo y amigo. Descubrió que el hombre en sí no es nada más que el legado que le deja al resto de seres humanos. Porque, si nadie te recuerda, eres desierto. Un chacal más, una culebra de los caminos que cumple su compromiso con el desierto y muere aplastada bajo el pie del caminante. Poco a poco se olvidó del hambre y de la sed, se olvidó del sueño y las quemaduras del sol. Llegó al corazón del desierto y, allí, en la paz absoluta y la conciencia absoluta de sí mismo, decidió que prefería no existir a volver al horror. Sería por siempre desierto, el hombre de arena. Y la brisa expandiría su cuerpo por el mundo y sería eso, todo y nada. Se descolgó el arco y empezó a tocar.-Dong
-Nadie puede ser olvidado.
-Nosotros somos desierto. Todos. Mi hermano, mi madre. Mi tierra es desierto porque es teñida de sangre, pero nadie la recuerda. Y lo que no recuerdas no existe.
Dong
La brisa se levantó y levantó arenisca del suelo. Dong.
La brisa se volvió viento y el hombre de arena, empezó a ver cómo se deshacían sus manos, sus pies, su rostro.
La brisa, en un último soplo, trajo unas últimas palabras.
-El nombre de aquel hombre, era Hanibal.
Las bombas te despiertan. Es de noche sobre el oasis de Moxan. Hay que moverse. Las luces del fuego en el horizonte se elevan hacia el cielo. Un grito inútil. Mientras la caravana huye de la guerra y la muerte, occidente tiene el televisor demasiado alto como para oír el grito del desierto que desaparece, olvidado. Se lo lleva el viento.

martes, 21 de abril de 2009

SOLO PAPEL Y SIN ACENTO


Una denuncia más que merecida y con argumentos sólidos a la Biblioteca de mi “barrio” para rellenar hueco en este blog últimamente en ayunas (¿con tilde? Sí, va por ustedes o por usted si lo lee)
Vamos a ver, gentecilla de poca monta ¿qué es eso de SOLO PAPEL y sin acento en las cajas azules que desperdigan por doquier allí donde la gente va a “estudiar” y distraerse? ¿Cómo que SOLO PAPEL? ¡Por favor, Don bibliotecario o encargado de la organización del amasijo de libros! ¡He visto una carta en su SOLO PAPEL! Había también una nota en la que, cito textualmente, ponía “si has llegado a esta página y quieres un café te espero a la derecha de la máquina que vomita un sospechoso líquido marronzusco junto a la puerta de entrada” ¿SOLO PAPEL? ¿Y que me dice, Don bibliotecario, de los preciosísimos esquemas de taxonomía que adornaban la caja bajo la nota del café? ¡una auténtica obra de arte muy señor mío!

Si realmente quieren que esos cofres del tesoro se llenen de SÓLO PAPEL y con acento, creo que podrían empezar por amontonar en ellos esa cantidad de libros de autores que se creen alguien porque ellos saben y nosotros no que en el año X Doña T y Don H decidieron firmar un tratado P del que nada se ha sabido hasta ahora y por ello hablan con una sospechosa voz autoritaria que como mucho intimidaría a una hormiga con complejo de inferioridad porque en lo que a mi respecta Doña T y Don H podrían irse a procrear tratados P a la Conchinchina.

No es SOLO PAPEL mi querido bibliotecario.

P.D: Leí su último libro con mucha atención, ahora descansa en una caja azúl y con acento

miércoles, 8 de abril de 2009

El crujir de una manzana


Ésta podría ser la descripción del sonido más agradable jamás escuchado o simplemente el breve resumen de lo que se experimenta al dar el primer bocado a una manzana. Pues bien, es innegable que cuando uno se dispone con suavidad y cierto arte intrínseco a aproximar los labios a la piel de la manzana sabe que en unas milésimas de segundo sus dientes harán crujir la misma para darle ese bocado único e irrepetible de todas las primeras veces. Como toda primera vez, uno no puede dejar de sentir esa emoción, ese cosquilleo en el estómago que le provoca el dulce olor (o ácido según el tipo de manzana ante la que nos encontremos) de la piel pura y virgen a la que le será arrebatada su primera porción. Es entonces cuando nuestros dientes como cuchillas arrancan apasionadamente la perfección de cuajo para hacerla sonido. Música deleite de todos los sentidos. Los ojos se cierran impulsados por la locura que provoca la exquisita fuente que emana la fruta, las manos se aprietan fuerte contra su piel agarrándola con fuerza, no se vaya a escapar, la lengua saborea la dulzura del instante que a punto está de pasar a la historia y los oídos… ¡oh! Los oídos tratan de guardar en el apartado de la memoria reservado al primer bocado de las manzanas ese glorioso sonido indescriptible, ese comienzo de melodía tan placentero, ese bocado robado al silencio, ese primer mordisco al placer.

viernes, 3 de abril de 2009

...Flip flup flap


Siento. Siento de alguna manera estrambótica debajo de mi oreja izquierda que esta vez lo conseguiré.
El sistema es sencillo, arcaico. Antiguo. La mariposa será conservada, por siempre hermosa, por siempre nuestra, si la atravesamos con una aguja y la dejamos así, prisionera de una aguja y una base.
¿Qué son las palabras sino agujas? ¿Qué es el papel sino la base primordial? ¿Qué es la pasión, el motor de la vida? Pues una mariposa. Mariposa: Criatura misteriosa que nos crea un cosquilleo extraño en la boca del estómago. Es un ser bamboleante boluptulante blamplublampte. Humo de incienso. O de cigarro, o de explosión. Volcánico. Flap, flup, flap.
Y conseguiré atraparte de una vez, sobre el papel, y la inspiración agonizará para mí por siempre atrapada por una aguja de coser.
Pero las palabras son agudas. Hay que tener cuidado cómo usarlas. Porque puede que, si no tengo cuidado, si termino envolviéndome yo mismo de su magia, se me claven en las yemas de los dedos y entre gotas brillantes de sangre roja mi alma agonice sobre el papel y acabe yo momificado sobre la blancura del papel, agonizando eternamente, siervo de la inspiración, de la pasión y de la vida misma.