martes, 30 de junio de 2009

Calor

Tiene así como un aura de oro.

Sobre la acera vagan palomas blancas

descansas

Por la carretera humea el asfalto

Por tus ojos corren reflejos de los coches, motos,

Transeúntes

En las ventanas se reflejan los rayos de sol

En tus rodillas se marca la cal de las paredes.

A través de los escaparates se ve el reflejo de la urbe

A través de ti se ve el mar

La ciudad dormita

Tú sueñas

La ciudad crece

Tú te encojes

Calor

Brisa

El verano consume,

Pero a tus ojos la tarde tiene así como un aura dorada.

jueves, 25 de junio de 2009

Muerte a medianoche

La campana del tranvía sonaba a lo lejos, coreada por las doce campanadas que marcaban la medianoche y un tintineo de cristal contra el suelo.

Eran unos pies tan finos que si hubieran pisado por encima del agua flotarían. Eran tan finos que parecían agujas de coser que, como un segundero con sobredosis de cafeína o un corazón acelerado por la inminencia de un beso, bajaban en cascada, deprisa, las escaleras del Distrito Norte. Esas enormes escaleras negras, ya sabe usted cuales le digo, las que cuando la niebla inunda el corazón de la ciudad parecen flotar sobre la inmensidad. Tranquilo, ahora voy al grano, me dejo de poesías, pero es difícil cuando se habla de este caso, comisario.

Ella llevaba unos zapatos de cristal, cómo los de Cenicienta. Pero ya me dirá usted, señor comisario, cómo iba a bajar las escaleras del Distrito Norte con ellos. Los dejó en los primeros escalones y continuó, ahora sus pasos eran golpecillos ahogados.

Ella llevaba una chaqueta de estrellas en el que se veía el infinito, los viajes en el tiempo. Pero ya me dirá cómo iba a bajar las escaleras hacia la ciudad con una chaqueta de sueños sobre viajes, con la crisis que se nos cae encima, el infinito para otro día.

Ella poseía unos cabellos negros que susurraban sobre el amor como combustible de la enorme maquinaria que es el mundo. El amor como verdad absoluta no es una manera apropiada de penetrar en esta ciudad, eso lo sabe usted bien, así que se cortó los cabellos y los dejó en la escalera número 24.

Su mirada, señor, gritaba, pedía a gritos un poco de originalidad y locura. Pedía vida, pedía arte, pedía sol y lo quería ya. Pero una mirada así siempre será ignorada aquí abajo, como si no tuviéramos otras cosas en las que fijarnos. Cómo si no tuviéramos nuestras propias necesidades y agujeros interiores que rellenar. Cómo si no nos valiese con nuestras propias carencias. Ella lo sabía, y dejó sus ojos en el escalón número 42.

Ella tenía un alma blanca, y le encantó como quedaría el blanco contra el negro de las escaleras. Porque aun guardaba en ella esa necesidad de ver, de sentir, aunque su mirada no lo dijese, aunque sus cabellos no lo susurrasen. Tomó su alma y la dejó en el escalón 60.

Siguió bajando, tambaleante, hasta que, en el último escalón, el 71, sus pies, tan finos como agujas de coser, pisaron por última vez.

Dónde antes estaba ella, ahora había una mancha de tinta.

-Estamos hablando entonces, de un suicidio.

-Señor comisario, dudo que la muerte de la Ilusión pueda considerarse un suicidio.

domingo, 21 de junio de 2009

Al final será verdad...

A ritmo de Broadway

Julieta se dedicaba a sacar fotos de anocheceres robados.


Un hombre de negro paseaba todas las noches por una calle aparentemente desierta.


Aitor se sentía inspirado desde su ventana azul por los pasos del hombre de negro. Sonaban a Broadway. Broadway Blues.


Un gato, atigrado y tuerto ronroneaba bajo la música del saxofón que tocaba Broadway Blues.


Un pajarillo cojo escapaba del gato tuerto que ronroneaba desprevenido. Llamémosle Bu.


Bu es la reencarnación de la sociedad ante el mendigo que pedía ante la iglesia. El pobre Bu se empeña en cojear cuando puede volar.


Una señora le daba limosna al mendigo filósofo que le sonreía con una sonrisa desdentada y sincera. Clara.


Clara se llamaba la hija de la señora, que bajo mantas de ganchillo y un libro en sus rodillas escuchaba Broadway Blues y ronroneaba, a su manera.


Mientras tanto, un ratón blanco escapaba de Clara y subía al alfeizar de la ventana. Observaba el anochecer y lo robaba. Lo saboreaba, lo olisqueaba, se llenaba de él, consciente que el anochecer no es para los ratones blancos. Lo sabía, y lo robaba, se lo guardaba en su corazón blanco también y notaba cómo se teñía de rojo.


Julieta, desde un puente de piedra, se dedicaba a sacar fotos de anocheceres robados.

martes, 16 de junio de 2009

-Mister Pepels.-


Yo jugaba en mi habitación con la pelota cuando mamá llegó del hospital. Papá me dijo que mamá estaba muy cansada y que necesitaba descansar.
Papá tenía los ojos rojos e hinchados.
Nos sentamos a ver la tele y yo fui corriendo a mi habitación para coger a Mister Pepels, mi dinosaurio verde con el que siempre veía la tele y que por las noches me protegía de los monstruos del armario.
Tras los dibujos animados, empezó el telediario con una noticia: “La polémica aumenta ante la nueva propuesta de la ley del aborto que…”

-Papá. ¿Qué es el aborto?-

Papá apagó la tele y se fue a la terraza a fumar.

Aquella noche mamá no me acostó con un beso en la frente.

Al día siguiente, jugué con Mister Pepels al balón y pinté un dibujo de Papá, mamá, Mister Pepels, mi hermanito y yo.

Hace ya mucho tiempo que papá y mamá me dijeron que iba a tener un hermanito pequeño.
Yo le enseñaría a jugar a la pelota y a tirarse por el tobogán. Porque aunque tenía cuatro años, ya sabía subir yo solo las escaleras. Y también jugaríamos con Roberto y Miriam, la hermana pequeña de Roberto.

Cuando terminé el dibujo, fui corriendo a la sala de estar donde papá y mamá estaban juntos. Mamá estaba muy pálida y tenía también los ojos rojos e hinchados como papá.
Me acerqué y dejando el dibujo sobre la mesa dije:

-¡Mirad! Este es papá, esta eres tú, mamá, este soy yo, Mister Pepels y este pequeño es mi hermanito. ¿Cuándo va a venir? ¿Podré enseñarle a subir al tobogán y a jugar a la pelota?-

Mamá rompió a llorar y corrió a su habitación cerrando la puerta con un sonoro portazo.
Papá encendió un cigarrillo y empezó a llorar.

-¡Papá! ¿Por qué lloras? ¿Y porqué mamá está así? ¿Está malita? ¿He hecho algo malo?-

-No cariño. No has hecho nada Lo que pasa es que tu hermanito no va a poder venir. No ha sido culpa tuya. Tú te portas muy bien. Lo que pasa es que mamá tuvo algunos problemas y….-

Cuando terminó, me fui sin decir nada a la habitación a por Mister Pepels. Me senté en el sofá y encendí la televisión donde una señora muy seria hablaba acerca de la nueva ley del aborto. Me levanté y apagué la tele.

Ya no podría enseñarle a jugar a la pelota, ni a bajar por el tobogán. Ni tampoco, podríamos jugar con Roberto y Miriam, los cuatro juntos.

Me volví a mi habitación y junto con Mister Pepels empecé a rodar la pelota contra la pared. Y esta volvía y yo la volvía a lanzar.
Al menos, tenía a Mister Pepels para poder jugar.

Miré el dibujo. Lo cogí y lo tiré a la basura. Ya no servía. Él no vendría.

EAU DE TOI

Viejo perfume conocido

“Eau de toi”


Huele a tostadas por la mañana

y a zumo,

pero a zumo exprimido en tus dedos

“Eau de tes doigts”


Y huele a cartas

y a sellos

y letras conjuntadas en palabras imposibles

tan imposibles como “numismático”

¿recuerdas?


Huele a recuerdos

y a sueños

huele a tu pelo en mi cara,

en mis sueños,

en los sueños de mis recuerdos

“Eau de rêves”


Y te sueño

y te huelo

y te inspiro

y te espiro

y te pierdo

domingo, 14 de junio de 2009

Café francés

Dentro de escena.Una terraza de una cafetería. Francia. Dos sillas. Una mesa de metal. Las sillas puede que de metal también. Un indefinido y carcomido por el sol anuncio publicitario de fondo. Llovizna. El toldo hace las veces de paraguas.

SANTI: Dos cafés au lait (Al camarero. Santi parece alterado, le tiembla la mano izquierda un poco. Desvía de vez en cuando la mirada, un poco. Desconecta, piensa y gesticula)

HELEN: (con un rotulador azul oscuro escribe sobre un taco de papeles. Es muda. Escribe: ¿Seguro que café? En sus ojos azules hay un interrogante irónico)

SANTI: Lo que sea, lo que sea… ¿qué más da café que té que cerveza? (suspira) Es la vida…nonono…la ciudad, es la ciudad. ¡Pasa todo tan lento! El verano se pega a la piel…

HELEN: (Escribe: ¡El calor se pega a la piel! y entorna los ojos.)

Llegan los dos cafés. El camarero cobra y desaparece de escena. Un segundo de silencio por el personaje perdido…ahora bien:

SANTI: Gracias…(Al camarero) Ahora bien (A Helen. Cambio con un brusco movimiento de cabeza) hoy mi vecino de enfrente se ha ido a declarar a la chica de la frutería de abajo. Tras escribir mil y un cartas de amor en bolsas de papel de la frutería ha bajado las escaleras a tiempo para romperle el corazón a mi amiga la que trabaja en el periódico con él. Le ha hablado, emocionado, por fin, Nuria, le ha dicho, por fin voy a decirlo. Nuria no ha podido más que romper todas las cartas de amor que le había escrito en recortes de la sección de anuncios por palabras. Y todo para que Esteban el del edificio de enfrente, amante de las mariposas, haya aparecido con un billete de lotería premiado al que iba a medias con la frutera. Han planeado un viaje de un año por Sudamérica.

HELEN: (Le mira intrigado, cómo si esperara una continuación. ¿Y? Escribe)

SANTI: Pues que mi vecino, Raoul, me ha invitado a un café en su apartamento, descorazonado…Y yo…yo no puedo sino observar todo y darme cuenta de que la vida…la vida…(mira hacia los lados, buscando algo. Hasta que posa la mirada en el café) La vida no es más que café. Café francés. (Le da un sorbo) Aguado y amargo café francés.

HELEN: (Le sonríe, con la mano libre le añade una buena ración de leche a la taza de Santi. Se sirve así misma y vuelve a sonreírse.)

Santi se queda mirando la taza de café. Los ojos muy abiertos. Fuera de escena.

sábado, 6 de junio de 2009

En la calle Pintoresca

En la calle Pintoresca, en el número 38, entre dos rascacielos vive Juan, en una casita de papel de periódico.
En los días de fiesta, entre el sábado y el lunes, lee las noticias en su ventana.
En la flor de la vida, entre la niñez y la edad adulta vive Mariam, en una casa distinta cada día.
En los sueños de Mariam,en ésos que no puede cumplir, entre la realidad y la ficción hay un hombre que reaparece sin cesar.
En la mano derecha del hombre, sujeta con fuerza, entre los dedos pulgar e índice hay una llave.
En la calle de la casita de papel de periódico, entre la ventana y una farola, Mariam sueña con una casa de revistas de recetas de repostería.
En la ventana, perdido entre la duda y la cobardía, Juan observa a Mariam y piensa en tartas de chocolate.
El algún lugar del mundo, entre el número 38 y la llave de un sueño, dos seres sonríen y se saludan tras una ventana de papel de periódico y recetas de repostería.