domingo, 17 de enero de 2010

Confesión


Sí. Vale. Lo confieso: soy culpable
de beber en fina copa ilusiones,
de confraternizar con los gorriones,
de no moverme nunca en suelo estable.

Culpable de describir lo inefable,
de cabalgar páginas de emociones,
de defender mis ideas con razones.
¿Acaso es un crimen tan deleznable?

A mi favor tan solo puedo decir
que yo, jugando al póquer con la luna,
le gané su brillo, y no se lo acepté.

¿Pero de qué me serviría insistir?
Desde pequeño, estando en la cuna
pequé contra la norma, y me condené.

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