jueves, 15 de abril de 2010

Amor verbal

Hacíamos el amor verbal.
En eso éramos expertos.

Le dábamos a la lengua con una soltura gramatical inigualable.
Mordisqueábamos verbos y sorbíamos perífrasis, pero también acariciábamos metáforas y abrazábamos hipérboles apasionadamente.
Entre nuestros labios superiores,
fluían invisibles las haches
y por los inferiores,
se escabullían silenciosas las eses.

¡Y qué bien lo hacíamos!
Éramos unos auténticos profesionales.

Los preliminares siempre constaban de lo mismo: dos o tres oraciones simples para empezar, algún que otro silencio y poco a poco la aproximación al análisis sintáctico exhaustivo.
Las oraciones copulativas también formaron parte del juego a veces, las menos; porque nosotros realmente hacíamos el amor verbal.

Y en aquella ceremonia tan nuestra, cada palabra nos excitaba más que la anterior hasta convertirse en un fluir incontrolable de fonemas,
un intercambio espontáneo de genialidades lingüísticas improvisadas,
un torrente inagotable de ideas que en puentes de oraciones enlazaban entre comas con las del otro.

Nosotros creábamos amor en palabras y lo hacíamos estupendamente.

2 comentarios:

Sergio Rejado Albaina dijo...

Me encanta!

Néstor Rdguez dijo...

Que bueno!! Me gusta mucho.