jueves, 15 de julio de 2010

Aquella carta Nicolás

Aquella carta merecía una muerte más dulce Nicolás y no me mires así, no. La primera grieta... por la mitad, justo entre el "te" y... bueno, su continuación. La grieta que se abría hasta el mismísimo esternón del papel desde su pubis rubricado. Nicolás, que ya éramos mayorcitos para esas epilepsias emocionales. Y además la oíste gritar. Tuviste que escuchar su desgarro de un a otro margen en tu segundo ataque entre sus senos. Nicolás, donde más dolía separaste sin pudor el principio del final sin dar oportunidad a segundas partes. Y no conforme con eso la despiezaste. Sin el más mínimo respeto disfrutaste divorciando oraciones que sabías eran casi versos. Te gustaban los puzles, pero no soportabas que se extraviara una pieza. Más valía perder aquella firma, aquel nombre, eso pensabas ¿verdad Nicolás?

Y luego lanzaste aquella sopa de letras al aire como si se pudiese evaporar. Siempre fuiste un iluso Nicolás, un iluso intentando desafiar la fuerza de la gravedad y te encontraste con los pies nevados de recuerdo y súplica. La dejaste caer porque no creías en las promesas de despedida, pero te quedaste con sus labios... su beso de inicio "Querido Nicolás". Nicolás querido, aquel tatuaje en tu boca quemaba. Descubrir su letra tras el sobre... querido Nicolás. No había grieta suficientemente honda. No había modo físico alguno capaz de borrar aquel atentado a los sentimientos. Pero lo buscaste ¡Nicolás! Nunca encendías la chimenea y sin embargo... Pensaste que era una emergencia ¡un 15 de Agosto Nicolás!

Sinceramente creo que perdiste la razón, pero la viste arder. Viste su rostro calcinarse entre las llamas y sus ojos, que habían repasado creo que fueron siete veces, aquella carta hacía más de un mes. Puede que por eso el humo oliese a pasado Nicolás y puede que por eso olvidases o procurases olvidar la ventana cuando el humo te encerraba en un sobre al que no parecías querer sobrevivir. Un vestido blanco con una dirección grabada en una espalda desnuda de caricias hacía más de quince años.

Nicolás, no me digas que no sabías que hace falta una chimenea más alta para recuperar quince años.

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