viernes, 30 de julio de 2010

Sortu

Itzalak
tximinietako ke beltzetik sortu ziren,
sortu egin ziren Ilargiaren begietan,
sortu eta sartu ere Maddalenen bihotzean,
eta orduan
taupada grisak sortu ziren,
ezer ezetik
edo
itzaletatik.

Ilargiaren itzaletan ikusi zuen Maddalenek bere bihotza
eta bertan ikusi ere egin zituen
izarretako hautsetan jaiotako Ilargiaren ezpainak.
Ikusi eta ikasi ere izarren bazterrak,
eta unibertsoan galdu zen
nonbaiten
edo
inon

Unibertsoaren hegoetara igo zen eta
Eguzki izpietan itsasoraino bidaiatu zen,
kresalaren usainean kulunkatuz bidaiatu zen.
Bidaiatu eta bataiatu ere egunsetien edertasunean
edo
arrastuenean

Eta Eguzki printzen distiran,
olatuen usain krsitalezkoan,
unibertsoaren hego isiletan,
egunsentien hilezkortasun hutsalean,
desagertu zen Maddalen
edo
tximinien itzaletan
berragertu

9.30

Telegrama del farero a su hermano***9.25. stop. 13,mes de mayo. Todo bien. Stop. Dos jóvenes miran al mar. Stop. Hace diez años había cielo. Stop. Echo de menos las habas de Amanda. Stop. Te echo de menos, yo también quiero huir de la fábrica. Stop. Recuerdos a los niños. Stop

MARCO-Cuando la tierra se comió el sol comenzó a soltar vapores, volutas de humo, por entre la lengua y los labios. Todos los cigarrillos que Clotilde había fumado, todos los ojos que yo había deseado estaban en esa última mirada al mar. La tierra que humeaba e hinchaba más y más el océano, como la boca de alguien que ha dado un mordisco a la carne humeante, que saliva y saliva creando una cascada imposible hasta su busto.

En ese momento, la mano de Clotilde, a 500 metros del mar y de la tierra que retuerce tras haberse tragado el sol, en ese mismo momento, no podía dejar de pensar en la noche que me arranqué el alma y la dejé sobre la nieve. Ella también se retorcía, me miró con disgusto. Con su dedo dibujó una orquídea sobre la nieve. Una orquídea roja.

Ahora, notaba que quería volver, envuelta en los colores del alba. A vengar su muerte, a dibujarme una orquídea azul sobre mi mano enrojecida.

CLOTILDE-Cuando el sol se hunde en el mar, si lo miras desde este lugar justo, bajo esta luz justo, en esta hora justo, la fábrica de papel se esconde justo tras el monte del fondo y parece que la tierra humea.

Y justo ahora podría ser el momento clave en que la fábrica explotase dando paso a un cataclismo proverbial pero soltando, como por arte de magia, papeles de colores al cielo.

He olvidado el olor, ya nada huele a la fábrica. Ahora solo huele a expectación, al momento clave en que la fábrica podría explotar y escupir color sobre la niebla. Teñir la niebla, levantar la niebla al fin, y ver de verdad.

Telegrama del farero a su hermano ***9:30.stop. 13, mes de mayo. Stop. Por primera vez en diez años, la fábrica de papel se paró por una avería y la nube desapareció. Stop. Se pudo ver el anochecer. Stop. Pude ver el anochecer. Stop. He vuelto a sentir un cosquilleo, al fin, en el estómago, Alan. Stop.

sábado, 24 de julio de 2010

El rastro

Yo me alejaba. Me escurría entre las baldosas blancas que cubría con viscosidad carmín. No podía evitar deslizarme desde su pecho hasta el suelo; cúmulo de gotas de vida derramada, desgarrada. Yo no quería hacerlo, pero no podía evitar que aquel corazón herido, aquel corazón taladrado por una recargable del 47 dejara de latir lanzándome con cada sístole a la inevitable superficie dérmica nunca explorada tan masivamente con anterioridad . Y seguía resbalando de su pecho al suelo, hacia la puerta, sin poder evitar el desnivel que me obligaba a cubrir la estancia de un rojo siempre violento, siempre terrorífico, siempre sinónimo de muerte por mucho que mi recorrido anterior a aquel hubiese sido la esencia de toda vida humana. Yo, sangre huyendo inintencionadamente de un cuerpo al que había protegido y amado, separándome de la persona con la que había convivido en simbiosis perfecta ¿por qué? Miraba atrás y cada vez veía más lejos lo que un día fue la vida que regué sin descanso. Me sentía moribunda yo también. Mi rojo pasión poco a poco se convertía en algo oscuro y oxidado en mi sombra hacia la puerta. La impotencia me consumía a medida que los latidos que me impulsaban se ralentizaban ¿qué podía hacer? No había vuelta a atrás. La estancia, un habitáculo irregular en el que apenas entraba el cuerpo que no hacía tanto recorrí incesantemente y con mimo, estaba ya cubierta toda por mi estela letal. La fuerza del corazón, apuñalado por un sonido atronador minutos antes, se apagaba y a escasos milímetros de la puerta tampoco podía oír ya el ritmo de la esperanza al que hasta ese momento intentaba aferrarme. Cuando aquella máquina decidiera dejar de trabajar definitivamente yo me vería obligada a firmar la jubilación anticipada. Pero no quería hacerlo, no debía hacerlo, no sin antes vengarme y puesto que la venganza sangrienta quedaba descartada por razones obvias me vengaría en sangre. Escaparía por el hueco de la puerta, alertaría a los vecinos, se haría justicia, el culpable no podía andar muy lejos y no debía quedar impune. Se trataba de mi cuerpo, mi hogar.

Entonces la puerta se abrió. Dos zapatos de tacón clavaron sus agujas en mí y en mi estela dejaron caer algo plomizo. La boca de la recargable del 47 acarició mi viscosidad contra las baldosas blancas y de ellas arrancó un rastro con un nombre: Margot.
Los tacones desaparecieron ataviados con la elegancia carmín de la que los había dotado y el revólver quedó a buen recaudo envuelto en mi manto mortal.
Margot, tú que me habías hecho fluir tan acelerada y apasionadamente ahora quedabas tatuada en mí sobre baldosas blancas testigos de tu rastro.
Margot...

miércoles, 21 de julio de 2010

Intento de poema nº2 desde Svalbard

Cuando suene el blues en las alcantarillas,

cuando el ritmo de las aceras vibre,

allí nos encontrarás, lamiendo dichas notas;

allí estaremos, codiciando la deriva.


Cuando el frío cristalice las plantas,

cuando los mosquitos se rebelen,

allí nos encontrarás, apoyándoles;

allí estaremos, entre las multitudes.


Cuando las cárceles rebosen de poemas,

cuando las estatuas te sonrían,

entonces sabrás que todavía seguimos allí,

aspirando a las luces nocturnas.


Y cuando la niebla te oculte tus huellas,

cuando el pelo caiga por tu frente resbaladiza,

entonces la noche te traerá nuestro apoyo

a través de las avenidas solitarias.


Y entonces, cuando tu nuca se estremezca,

cuando tus manos hagan de las suyas,

verás nuestra sonrisa en los callejones

y sabrás que volvió el momento de coger la pluma.

Intento de poema nº1 desde Svalbard

Veo el automatismo de las lágrimas

cayendo por el costado de rostros

que no dieron lugar a dudas

acerca del origen de los versos.


Pero sus poemas, ¿dónde están?


Y veo el viento ululando por la tundra

dejando intuir los secretos

que se gestaron los inviernos pasados

bajo el baile de la luz del norte.


Pero los mosquitos ¿dónde están?


Y dejo correr mis manos por el teclado

abandonadas del calor del bolígrafo

tristes por el sabor agridulce

que dejó su espacio vacío en su tacto.


Pero el rastro de la tinta ¿dónde está?


Mas dejemos que el baile de los eones

nos eclipse el pensamiento

hasta que llegue el día

en que nos rebelemos de nuevo


Pero mis camaradas ¿dónde están?


sábado, 17 de julio de 2010

Kristina

Musikaren leuntasunean galdu zen Kristina,
doinu mutuen argiek itsutu zuten Kristina
eta galdu zen

Tximeletek, beirazkoek, eraman zuten

Kristinak
itsu,
musikaren doinu isilekin egin zuen amets
beirazko tximeleten ohe gainean kulunkatuz

Musika
leuntasunez
leihotik heldu zen Krisitinaren belarri itsuetaraino
eta bere begi lanbrotsuek
bilatu zuten musikaren biguntasuna

leihotik behera

beirazko tximeleten ohe gainean kulunkatuz

Sí, Sophia

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jueves, 15 de julio de 2010

Aquella carta Nicolás

Aquella carta merecía una muerte más dulce Nicolás y no me mires así, no. La primera grieta... por la mitad, justo entre el "te" y... bueno, su continuación. La grieta que se abría hasta el mismísimo esternón del papel desde su pubis rubricado. Nicolás, que ya éramos mayorcitos para esas epilepsias emocionales. Y además la oíste gritar. Tuviste que escuchar su desgarro de un a otro margen en tu segundo ataque entre sus senos. Nicolás, donde más dolía separaste sin pudor el principio del final sin dar oportunidad a segundas partes. Y no conforme con eso la despiezaste. Sin el más mínimo respeto disfrutaste divorciando oraciones que sabías eran casi versos. Te gustaban los puzles, pero no soportabas que se extraviara una pieza. Más valía perder aquella firma, aquel nombre, eso pensabas ¿verdad Nicolás?

Y luego lanzaste aquella sopa de letras al aire como si se pudiese evaporar. Siempre fuiste un iluso Nicolás, un iluso intentando desafiar la fuerza de la gravedad y te encontraste con los pies nevados de recuerdo y súplica. La dejaste caer porque no creías en las promesas de despedida, pero te quedaste con sus labios... su beso de inicio "Querido Nicolás". Nicolás querido, aquel tatuaje en tu boca quemaba. Descubrir su letra tras el sobre... querido Nicolás. No había grieta suficientemente honda. No había modo físico alguno capaz de borrar aquel atentado a los sentimientos. Pero lo buscaste ¡Nicolás! Nunca encendías la chimenea y sin embargo... Pensaste que era una emergencia ¡un 15 de Agosto Nicolás!

Sinceramente creo que perdiste la razón, pero la viste arder. Viste su rostro calcinarse entre las llamas y sus ojos, que habían repasado creo que fueron siete veces, aquella carta hacía más de un mes. Puede que por eso el humo oliese a pasado Nicolás y puede que por eso olvidases o procurases olvidar la ventana cuando el humo te encerraba en un sobre al que no parecías querer sobrevivir. Un vestido blanco con una dirección grabada en una espalda desnuda de caricias hacía más de quince años.

Nicolás, no me digas que no sabías que hace falta una chimenea más alta para recuperar quince años.